miércoles, octubre 08, 2008

Y sin pensar



Nuevamente estoy frente a una computadora tecleando palabras sin cesar, para tratar de mitigar eso que siento en mi corazón, y que antes lo podía aplacar con litros y litros de alcohol, en mis años de etílico activo fui un habitué de los antros de mala muerte, a tal grado, que una silla de la barra tenía imaginariamente estampado con vino tinto mi nombre.
Por las noches locas y etílicas vi transitar la estampa rancia de la fauna bohemia, desde los famosos, desde políticos mesiánicos, hasta cineastas, humoristas, actores y actrices, funcionarios de medio pelo, entre otros., y claro damas de la noche que camuflajeadas aparecían para ofrecer sus carnales filetes cariñositos por una tarifa especial para los fogosos clientes noctámbulos.
Pero ahora ya ni eso logra aturdir mi mente, en la cual tu imagen se adentra mas, mas y más se hace como un tatuaje imborrable, que al quererlo quitar solo logro desgarrarlo mas, aquí sigo sin sentido escribiendo sin importarme lo que tecleo solo ignorandome a mi mismo.
Y es que la vida, como los transportes públicos, está salpicada de paradas. Algunas, la mayor parte, son discrecionales, o sea, a criterio del conductor, aunque de vez en cuando la vida nos retiene en tremendas paradas obligatorias. En las discrecionales nos detenemos sencillamente porque algo o alguien quiere apearse o montarse al carro y, en cualquier caso, subir o bajar, aceptar o renunciar, creer o dudar son cosas que bien merecen un alto en el camino aunque sea a costa de perder un poco de tiempo. Al fin y al cabo, el tiempo es como el dinero: si lo tienes y lo gastas, ya no lo tienes, pero si lo tienes y no lo usas es como si no lo tuvieras.
Siempre son deseables las paradas discrecionales. Tal vez no nos hacen mejores pero, en cualquier caso, nos hacen crecer. En cambio, en las paradas obligatorias la Providencia o el Destino toman la manija y deciden dónde y cuándo echar el freno sin tener en cuenta la opinión del conductor.
Las paradas obligatorias no son la muerte, pero la muerte está revoloteando por ahí y su presencia nos lleva a pensar en ¿Cómo sería el mundo sin nosotros? ¿Qué diría la gente?, o como en una canción de juventud en la que uno se preguntaba ¿Quién certificaría que había muerto de muerte natural?, ¿Cuál de todos mis amores llevaría flores al funeral...? Acaso serás tú.
Una parada obligatoria puede ser un paseo prodigioso por el filo entre lo que fuimos y lo que creímos ser, y yo ya no se ni quien soy.
Quizás sea un hombre fuera de su tiempo, casi fuera de la sociedad en la que vivo, arrinconado ni voluntaria ni del todo involuntariamente. Como si vivieran dos “yos” dentro de mi, por momentos siento desprecio por los rasgos más humanos que tengo y los que detecto fuera, y es entonces cuando me siento más un lobo estepario, solitario y fiero, viajero de las noches, tal vez libre. Pero también hay momentos en los que me siento más hombre que lobo, más estepario que hombre. En los que echo de menos sentirme incluido en el bullir de la vida, ese mismo bullir que otras veces me provoca una mueca de asco, pero las más de gusto, quizás el problema es que todos estos sentimientos están por reventar en mi cara, o en tus manos.
¿sera tan dificil decir que te quiero?

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